Y regresé al cielo. Me habría gustado que mi estancia en la
tierra hubiera sido mucho más larga, pero llevar replegadas las alas bajo la
camisa me resultaba cada día más doloroso. Lo sentí especialmente por Marta, mi
compañera de oficina, que me había
cogido un gran cariño y a menudo me decía: “Eres un ángel”.
 |
Imagen libre de Internet |
Supongo que mi jefe, que justamente me acababa de ascender
de categoría reconociendo mi buen trabajo, se quedaría descolocado al leer la
nota que dejé sobre la mesa de su despacho: “Me voy volando, si sigo aquí más tiempo posiblemente no podré hacerlo nunca. Gracias por todo. Lucas”.