Al atardecer,
la silueta de la gran ciudad emerge cegadora y titilante recortada en el
horizonte. Edificios de diseño vanguardista, coronados de enormes y dinámicos letreros
luminosos, anuncian importantes firmas comerciales, paradigmas de la modernidad
y del progreso.
![]() |
Imagen libre de Internet |
Al atardecer,
en los extrarradios de la gran ciudad, la puerta trasera de un falso almacén, tapadera
de un taller de confección ilegal, va escupiendo un largo reguero humano. Son
mujeres inmigrantes que durante interminables jornadas de trabajo, y bajo la
mirada vigilante e inclemente de un capataz, galopan sobre sus máquinas
cosedoras a un ritmo trepidante. Mujeres hacinadas en un sórdido sótano
herméticamente cerrado. Aisladas no solo de la luz del día, aisladas del más
mínimo rayo de esperanza.
Esta
madrugada han llegado al taller dos nuevas mujeres. Mientras en la oficina, en un
acto premeditado, la sensual Lucía se contonea ante los ojos lascivos del
capataz, Isabel, en el taller, observa y
toma nota de las ínfimas condiciones laborales a las que están sometidas esas
mujeres. Quiere contar al mundo que tras el refulgente éxito comercial de
algunas grandes firmas se esconde un sombrío mar de injusticia, en cuyas aguas
se ahogan los derechos y la dignidad de
las personas.