Poco tiempo llevaba Mirentxu en la casa cuando, ante el continuo
descontento de la señora con el resultado de las coladas, tuvo que comentarle lo
de Aritz, el niño cojito de los vecinos. La cara que puso doña Palmira fue la de
alguien que observa revolotear una mariposa del tamaño de un elefante. Y conforme
la muchacha le siguió contando que el rapazuelo brincaba sobre su única pierna
como si esta poseyera un potente resorte, enredándose entre las sábanas hasta
conseguir desprenderlas de las pinzas, Palmira continuó mirándola de hito en
hito; y diríase que en su boca se agolpaban y morían las palabras sin ser
pronunciadas, como si ninguna de ellas fuera capaz de transmitir con rigor el
asombro del que la señora se hallaba presa. Lívida ante semejante noticia, no
pudo impedir que el periódico resbalara de sus temblorosas manos. Mirentxu se
agachó a recoger el ejemplar de la prensa local, en el que, abierto en la
sección de “Casos sin resolver”, podía leerse: “Hoy, 10 de octubre, se cumplen
15 años de la desaparición de Aritz Olaizola, el niño de Lekuondo que nacido
con una sola pierna…”
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Foto de Cristina García Rodero |