Leía, como quien oye llover, textos cuyo significado no comprendía, pero
las palabras formaban un rumor, como gotas de lluvia que lo empapaban
y, misteriosamente, lo transportaban hacia mundos con sentido.Y el
cuchicheo entre las palabras le hacía intuir el sutil aroma de las
cosas, antes de ser nombradas.
domingo, 26 de febrero de 2017
miércoles, 22 de febrero de 2017
La chica del granero
Siempre que su padrastro le oscurecía las horas, Elisa, sentada
sobre la tosca arpillera de la zámbala del granero, se impulsaba con tal brío
que sus pies asomaban a la calle a través del alto y sombrío ventanal.
Un día, el columpio regresó vacío de Elisa, pero lleno de
verdad.
lunes, 13 de febrero de 2017
Reflexiones de un batracio
Debo decidir si quiero seguir con este cuento. He sabido que a todos los que se convirtieron en príncipes la princesa les salió rana. Además, no me gustan las perdices.
Promesa cumplida
“Debo decidir cuanto antes cómo cambiar el orden
mundial”, se dijo el poderoso magnate recién elegido presidente. Llamó a la
mejor de las pitonisas y, cuando esta le habló de su muerte inminente, se
dirigió presuroso a su despacho. Situó el globo terráqueo en el centro de
la mesa, lo sacó de su eje y lo volvió a colocar con los polos
invertidos.
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martes, 7 de febrero de 2017
El armario de las muñecas preferidas
El armario donde acababa de encerrar a su muñeca preferida era enorme;
tanto que, cuando vivía en casa el tío Sebas, se escondía con ella dentro,
diciéndole: “no grites, y siempre serás mi muñeca preferida”. Pero un día Laura
tuvo que gritar, y el tío Sebas se asustó de tal modo que salió corriendo para
no volver. Luego, Laura hacía de tío Sebas, pero a Anita, como era muda, no
necesitaba pedirle que no gritara. Sería para siempre su muñeca preferida.
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Imagen de Internet |
Ausencias
El armario donde acababa de encerrar a su muñeca tenía
barrotes en las puertas y Julia jugaba con él a las cárceles. Ella nunca había
estado en una cárcel de verdad. Como en la que vivía su papá. Su madre le decía
que no dejaban entrar niños y por eso él solo la conocía por las fotos.
La abuela Alfonsina le solía susurrar a su madre “esta
niña es igualita a nuestro Alfonso”. Un tío que se fue al mismo tiempo que papá
y del que la abuela comentaba siempre “ya no ésta entre nosotros”. Julia no
entendía cómo de su padre, que tampoco estaba, no decía lo mismo.
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