Por fin había llegado el día. Lejos de los ojos inquisidores de la
ciudad, aquella mansión de piedra y ventanas enrejadas, provista hasta
de una recoleta capilla, le sedujo desde el primer momento. Sobre todo
pensando en ella.
Echó un último vistazo al interior de la casona, aromatizada con aquel
jabón perfumado que a ella tanto le gustaba, y esperó a que oscureciera.
Aunque el lugar estaba en medio de la nada, toda discreción era poca.
Cuando se acercó al coche, comprobó que la joven novicia con su
catecismo entre las manos, todavía era presa de los efectos del
narcótico.
Echó un último vistazo al interior de la casona, aromatizada con aquel jabón perfumado que a ella tanto le gustaba, y esperó a que oscureciera. Aunque el lugar estaba en medio de la nada, toda discreción era poca.