lunes, 14 de marzo de 2016

Álvaro, sin acento y sin ele



Álvaro besa sonriente, al tiempo que las nombra, a cada una de las compañeras de patio de su abuela. Mientras recorre con sus carnosos labios las rugosas mejillas de las octogenarias, trata de adivinar el total de euros con los que verá aumentada su paga dominical.
En los servicios de la residencia se mira al espejo y, descubriendo en el fondo de sus ojos una incipiente avaricia, se sonroja. Rubor que el tintineo de las monedas en su bolsillo hará disipar antes de alcanzar la puerta de salida.





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