miércoles, 21 de octubre de 2015

Una noticia impresionante



Cuando don Julio vio en el patio el platillo volante, salió disparado para avisar a todos los residentes. La noticia causó gran impresión, llegando algunos a desvanecerse sin siquiera asomarse a la ventana. Desmesura que don Julio no entendió hasta regresar a su habitación y ver la silla de ruedas.





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lunes, 19 de octubre de 2015

Un truco para poder trabajar




Un señor con levita que se parece a Pushkin me ha traído esta mañana el butano:

—¿Por qué viste de esa manera?, —le he preguntado yo, perpleja.
—Porque así consigo hacer que las bombonas sean menos pesadas, —me ha contestado él, resuelto.
  
—¡Entonces es usted un verdadero mago!, —le he dicho sin salir de mi asombro.
—Sí señora, pero todavía no he dado con el truco para poder trabajar de lo mío, —me ha replicado, ya por último, con semblante compungido.








miércoles, 14 de octubre de 2015

Que no tenga excusa




Y cómo es que nunca cambiaron el bombín es algo que no acabamos de entender nadie. Cuando los encontraron en casa, como dormidos, ni siquiera habían forzado la puerta. Y no será porque no se lo advertimos. Pero se habían vuelto muy mirados: “Para qué gastar en balde; el que quiera entrar lo hará igual, y el que no quiera... que no tenga excusa”, solía decir el abuelo.

Si con el bombín nuevo y una llave para cada uno de nosotros... Qué digo para cada uno, si todos menos yo estaban fuera... Con una llave para mí, para poder vernos en Navidad…

Foto: Juana Mª Igarreta



domingo, 4 de octubre de 2015

Lágrimas de silicona



El puñetero ojo de la cerradura, así lo llamaba Juan cuando no atinaba con la llave a la primera para abrir la puerta, en esos días que venía con alguna copa de más, cada vez más habituales. Una vez que estaba dentro, cerraba la puerta violentamente haciendo extensible esa violencia a todos los seres y enseres que lo rodeaban.

Hasta que un día, el puñetero ojo de la cerradura, negándose a seguir siendo testigo y cómplice a la vez de tal desmán, lloró gruesas lágrimas de silicona, sellando la entrada a la trémula llave de Juan.

Imagen de internet

Magia en la mirada


El puñetero ojo de la cerradura ¿qué tendrá?, se preguntaba la abuela cada vez que observaba a Pedrito, de rodillas, inmóvil y en silencio, largos ratos tras la puerta de la entrada.

Cuando Pedrito abandonaba el improvisado observatorio, la abuela, doblando con dificultad su oronda figura, adecuaba el mejor de sus ojos al propio de la cerradura; y, día tras día, sólo era capaz de atisbar unos metros de quietud y soledad en el rellano.

­— ¿Qué es lo que esperas ver, Pedrito?, en el piso de enfrente ya no vive nadie.


— Calla abuela, que vas a despertar al mago. ¿Ves?, ¡ya ha desaparecido!

Imagen de internet