Entró en el
cementerio en actitud vigilante, disparando con sus inquietos ojos miradas por
doquier, como temiendo ser reconocido por alguno de los escasos vivos que en
esos momentos se hallaban en el lugar.
Mientras se dirigía al panteón familiar, los pensamientos bullían en su cabeza preguntándose el verdadero motivo que le había llevado hasta allí. Recordó el carácter despótico de su padre y su especial habilidad para hacer de los consejos órdenes: “No hagas Bellas Artes, no tiene salida”, “no salgas con esa chica, no te conviene…”. Así había dirigido su vida, haciendo anidar en él la frustración y el miedo a tomar decisiones. La aversión a su progenitor fue creciendo en su interior como una mancha de petróleo en el mar. No asistió a su funeral y tampoco hizo nada por verlo durante los tres años que estuvo ingresado en un geriátrico. ¿Hasta qué punto fue injusto con él?
Mientras se dirigía al panteón familiar, los pensamientos bullían en su cabeza preguntándose el verdadero motivo que le había llevado hasta allí. Recordó el carácter despótico de su padre y su especial habilidad para hacer de los consejos órdenes: “No hagas Bellas Artes, no tiene salida”, “no salgas con esa chica, no te conviene…”. Así había dirigido su vida, haciendo anidar en él la frustración y el miedo a tomar decisiones. La aversión a su progenitor fue creciendo en su interior como una mancha de petróleo en el mar. No asistió a su funeral y tampoco hizo nada por verlo durante los tres años que estuvo ingresado en un geriátrico. ¿Hasta qué punto fue injusto con él?
Sin apenas
darse cuenta se encontró ante la lápida marmórea rotulada con el nombre de su
padre. Al leer el epitafio, no pudo evitar escuchar de nuevo su voz, diciendo:
“Si en vida
no quisiste honrarme con tu presencia, vanos serán tus intentos de hacerlo en
mi ausencia”.