Nadie
pareció fijarse que aquel día el cielo amaneció verde esmeralda, salteado de
nubes rojas rectangulares. Tampoco nadie se percató de que el indigente, que
dormía todas las noches entre cartones en los soportales de la plaza, yacía
rodeado de un charco de sangre azul.
Aquella
tarde se disputaba la final de la liga de fútbol entre los dos grandes equipos
del país.
Es muy bueno tu escrito, con mucho fondo.
ResponderEliminarBeso.
Gracias, Pamela, por pasarte por aquí y dejar tus amables palabras. Saludos
EliminarMuchas gracias por tu visita y por tus buenos deseos, José María. Echaré también una ojeada a tu blog. Saludos
ResponderEliminarAún nos queda el mundial para pasar de largo ante situaciones indecentes.
ResponderEliminarUn saludo
JM
Sí, la verdad es que el fútbol a muchos los vuelve sordos y ciegos. Gracias, Juan Manuel, por la visita. Saludos
EliminarMuchas veces con pocas palabras se dice mucho, eso ocurre hoy con lo que escribes.
ResponderEliminarUn abrazo
Agradezco mucho tu visita y comentario, icue. Otro abrazo para ti.
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