miércoles, 28 de mayo de 2014

LA ISLA DE LAS COSTURERAS




Al atardecer, la silueta de la gran ciudad emerge cegadora y titilante recortada en el horizonte. Edificios de diseño vanguardista, coronados de enormes y dinámicos letreros luminosos, anuncian importantes firmas comerciales, paradigmas de la modernidad y del progreso.

Imagen libre de Internet

Al atardecer, en los extrarradios de la gran ciudad, la puerta trasera de un falso almacén, tapadera de un taller de confección ilegal, va escupiendo un largo reguero humano. Son mujeres inmigrantes que durante interminables jornadas de trabajo, y bajo la mirada vigilante e inclemente de un capataz, galopan sobre sus máquinas cosedoras a un ritmo trepidante. Mujeres hacinadas en un sórdido sótano herméticamente cerrado. Aisladas no solo de la luz del día, aisladas del más mínimo rayo de esperanza.


Esta madrugada han llegado al taller dos nuevas mujeres. Mientras en la oficina, en un acto premeditado, la sensual Lucía se contonea ante los ojos lascivos del capataz, Isabel, en el taller,  observa y toma nota de las ínfimas condiciones laborales a las que están sometidas esas mujeres. Quiere contar al mundo que tras el refulgente éxito comercial de algunas grandes firmas se esconde un sombrío mar de injusticia, en cuyas aguas se ahogan los derechos y la dignidad de las personas.  

viernes, 9 de mayo de 2014

Colores



Nadie pareció fijarse que aquel día el cielo amaneció verde esmeralda, salteado de nubes rojas rectangulares. Tampoco nadie se percató de que el indigente, que dormía todas las noches entre cartones en los soportales de la plaza, yacía rodeado de un charco de sangre azul.




Aquella tarde se disputaba la final de la liga de fútbol entre los dos grandes equipos del país. 

miércoles, 7 de mayo de 2014

Una noche más



Nos lamentamos, hipócritas, de no haberlo visto venir corriendo bajo una recia cortina de agua y perder el último autobús que cerró la puerta frente a su rostro sudoroso y jadeante.
  

  
Y cuando lo vimos, empapado, volver sobre sus pasos, pensamos que tal vez la lluvia se había aliado con nosotros, regalándonos una noche más de paz y cobijo.

Mi participación en REC (Cadena Ser) frase obligada "Nos lamentamos, hipócritas, de no haberlo visto venir" 

jueves, 1 de mayo de 2014

Un beso de gratitud

Micaela, que ya había cumplido los ochenta, pasaba grandes ratos con expresión meditabunda y nostálgica ante su vasta biblioteca. Ella, que nunca tuvo hijos, miraba a sus libros con la preocupación que una madre enferma observa a sus pequeños, pensando en qué sería de aquellos ejemplares cuando ella faltase. Esos libros a cuya lectura debía tantos viajes desprovista de maleta y equipaje. Ávida de saberes y sentires, sus ojos habían deambulado entre los textos como zahoríes en busca de las fuentes del conocimiento.


El día que Micaela barruntó cercana la muerte pidió a su asistenta que le pintara sus ajados labios de rojo carmín. Seguidamente ordenó que le acercase cada uno de aquellos viejos tomos. Con manos trémulas los fue abriendo uno a uno depositando un fervoroso beso en el interior de sus páginas, al tiempo que decía con voz queda y ojos llorosos “gracias compañero”, en un íntimo acto de gratitud y despedida. Esos libros habían llenado de plenitud su larga vida aferrada a una silla de ruedas.