jueves, 27 de marzo de 2014

Una tarde en el cine

El sabor del chupachups, especialmente el de fresa y nata, me transporta directamente a un domingo por la tarde de mi niñez. Mi hermano y yo, contaríamos unos diez y ocho años respectivamente, nos dirigimos a un cine ubicado en la parte vieja de la ciudad. Proyectaban la película Lawrence de Arabia. Antes de entrar, gastando meticulosamente hasta el último céntimo de nuestras dominicales pagas, habíamos hecho provisión de chucherías, entre las que se encontraban varios chupachups de diferentes sabores. A mi hermano, amparándose en ser mayor, le encantaba ser el encargado de la intendencia de las golosinas.

Aquella tarde llegamos muy justos de tiempo y nos sentamos justo cuando se apagaban las luces. Después de dar cuenta de sendas bolsas de palomitas, le pedí a mi hermano un chupachups de fresa y nata, mi sabor preferido. Para mi sorpresa, en un momento en que encendieron las luces por avería en el proyector, pude comprobar que aquel chupachups no era de fresa y nata sino de café con leche.
Recuerdo que entre paladeo y paladeo de los dulces chupachups no pude evitar enamorarme de los ojos de Peter O'Toole, que con su mirada intensa llenaban de azul las interminables tierras desérticas.

sábado, 22 de marzo de 2014

Recuerdos colgados de una percha


Como si de un ritual se tratase, con los ojos cerrados y el armario abierto, deslizo mis dedos sobre las perchas de la ropa y  no tardo en percibir al tacto la que ando buscando: una vieja percha, la más antigua de todas. En su barniz ennegrecido y alterado por el tiempo compruebo, ahora ya con los ojos abiertos, que todavía figura legible la firma de mi padre.
Sobre ella, aparte de colgar siempre una de mis prendas preferidas, penden los incontables recuerdos que, aderezados de nostalgia y afecto, dibujan su imagen una vez más en mi memoria. Rememoro su mirada transparente y azul, sus manos artesanas de la tierra y de las flores, su voz pausada contando las vicisitudes de la existencia de un padre de familia numerosa y, sobre todo, ese aura envolvente e inconfundible que sólo corresponde a los hombres buenos.

 Taller literario El Fantasma de la Glorieta - El tacto


martes, 18 de marzo de 2014

De la España invertebrada

De la España invertebrada
al Wertebraje de ...
y esos puntos suspensivos
que los resuelva Gasset.

Entre tirios y troyanos,
entre el antes y el después,
se lo llevan a dos manos
y aquí el manco no es el rey.

Ni manco, ni va desnudo,
ni tuerto donde lo ven
los que tienen como embudo
la medida de la ley.


Vayamos todos unidos,
furiosos como Quijotes,
inventémonos molinos
para embestirlos al trote.

Entretanto, malandrines
expertos en buenas formas,
nos roban con mil ardides
vestidos de justas normas.

Baroja, Unamuno y Larra
se la coman con su plan
a esta España inwertebrada
y que rabie Valle Inclán. 


Javier Igarreta


miércoles, 12 de marzo de 2014

Noche de "finde"

Neón, neón, neón,
lucecitas de colores
verde, rojo, marcha, stop
entre el rugir de motores.

La noche, fresquita y azul,
la calle, repleta y febril,
aroma a estertor de autobús,
arritmia entre el ir y el venir.

Bostezos que apuran su hastío
al pie de la barra de un bar,
miradas mirando al vacío
cansadas de tanto mirar.

Pamplona de noche - Imagen de internet

Sirenas que cortan la noche
robando segundos al tiempo,
enigmas que viajan en coche
buscando vivir el momento.

Y lanzan campanas al vuelo,
residuos de antiguos fervores
de ritos, preceptos y clero
que hoy entretienen a insomnes.

La noche extiende su manto
hecho de sueños y sombra
hechizos y desencanto
suspiros, miedos y bronca.

Javier Igarreta

miércoles, 5 de marzo de 2014

Sueños tangibles



Tanto visitante inesperado trocó su ilusión en certeza.
La tía Marina solo conoció el mar por la tele. Acostumbraba a llenar la bañera de agua,  echar un poquito de sal fina y, cerrando los ojos, sumergirse en ella. Decía que era bueno para la piel, aunque todos sabíamos que soñaba estar bajo las aguas del mar.





Pero un día, al quitar el tapón de la bañera, el agua se quedó estancada. Tras soltar el sumidero, un caballito de mar surgió del fondo; al día siguiente fue una estrella, al otro una ostra…Y la tía Marina pensó que, a veces, los sueños se tocan.

Mi participación en REC - Cadena Ser - Frase obligada Tanto visitante inesperado.

lunes, 3 de marzo de 2014

El perfume del cartero



En la sección de perfumería de un conocido supermercado apliqué en el reverso de mi muñeca, mediante el frasco probador, unas gotitas de colonia masculina Emidio Tucci. En cuanto percibí aquel aroma intenso y envolvente supe que había encontrado la respuesta al interrogante sobre la marca del perfume utilizado por Luis, el cartero, que muchas veces había surgido entre los compañeros de trabajo.




Cada vez que el cartero abría la puerta de acceso a las oficinas, situadas en el primer piso del antiguo edificio de la fábrica, una rotunda fragancia empujada por la corriente  le antecedía subiendo las marmóreas escaleras.Y para cuando su figura desgarbada y bonachona se hacía visible asomada tras el mostrador de madera, aquel olor penetrante se había adueñado de cada rincón de la oficina, revolucionando inclemente nuestras neuronas olfativas.

Cuando el cartero se iba, una vez cumplida la rutina diaria de la entrega del correo, su olor continuaba entre nosotros impregnando facturas y albaranes, disipándose muy lentamente al ritmo en el que se desvanecen las horas.

Taller literario El fantasma de la glorieta - El olfato

sábado, 1 de marzo de 2014

El reencuentro

Para celebrar el inesperado éxito de su primera novela, La asesina enmascarada, Marcos organizó una fiesta de carnaval con algunos antiguos compañeros de universidad.

La luna, semioculta tras un antifaz de nubes, presidía la noche. Marcos, vigilante desde una de las ventanas del ático, presenció la llegada al viejo caserón del último de los invitados. Todos vinieron por separado y debidamente ataviados para la ocasión, ciñéndose a las indicaciones del anfitrión.

 
Foto: Juana Mª Igarreta

La pista de baile se convirtió en un mosaico caleidoscópico al sonar los primeros compases de la música. Tal como estaba convenido bailarían a media luz y en absoluto silencio, siendo las siluetas y movimientos de los cuerpos de los bailarines las únicas claves para poder reconocerse. Marcos, mezclándose entre ellos, los fue contando y vio, sorprendido, que eran catorce, cuando solo trece habían confirmado la asistencia. Fue aproximándose a cada uno, afanado en conseguir una rápida identificación, y se quedó perplejo al observar que una de las máscaras, la de diseño más peculiar y sofisticado, era exacta a la que él había imaginado para la protagonista de su novela y que había intentado reproducir, sin conseguirlo, para ilustrar la portada. La enmascarada, sintiéndose observada, le dio la espalda.