No sé el tiempo que llevo
encerrada entre las pegajosas paredes de
esta botella de Coca Cola.
Ahí afuera están ellos. Él se
llama César. A ella no la conozco.
Llevan largo rato sentados, en silencio, mirándome fijamente sin apenas cambiar
de postura. Cualquiera diría que soy lo más interesante que han visto desde
hace mucho tiempo. Pero no saben el riesgo que corren teniéndome tan cerca.
La única esperanza de alcanzar mi
objetivo está en el cielo. Ese cielo que por momentos se va cuajando de
plomizas nubes, augurando tormenta. Igual que aquella tarde y en esta misma
terraza, César y yo, entre risas y miradas llenas de complicidad, jugábamos con
una pequeña abeja cautiva en una botella
de Coca Cola. Justo habían comenzado a caer las primeras gotas de lluvia y a
sonar los primeros truenos, cuando un rayo impactó sobre mí fulminándome, al
mismo tiempo que hacía estallar la botella de Coca Cola. Lo que nadie sabe es
que mi espíritu tomó cuerpo en aquella pequeña abeja y en ella vivo desde
entonces. Y aquí estoy, esperando que un nuevo rayo alcance a César e impacte
en la botella de Coca Cola uniendo nuestros espíritus para siempre.
Mi participación en agosto para http://estanochetecuento.blogspot.com.es/2013/08/ago166-cautiva-en-la-coca-cola-de-juana.html
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